ago.. 26, 2021
Había una vez un niño que se llamaba Pilly y siempre andaba con una brújula para hacer sus cosas. Lo cierto es que a Pilly no le gustaba esforzarse y le encargaba todas sus tareas a la brújula, lo que él no sabía era que esa brújula estaba loca. Pilly siempre se quejaba por todo y le decía a la familia que todo le salía mal, se ponía a llorar en un rincón, ya casi no quería jugar y se sentía muy triste.
La brújula loca que siempre estaba con él le dijo:
- Si te esfuerzas un poco más y te organizas mejor te puedo ayudar.
Pilly le respondió:
- ¿Cómo crees? Para eso te tengo a ti, tú siempre puedes guiar mi camino.
La brújula le dijo:
- Pilly, yo soy una brújula loca, ¿no te has dado cuenta? No prestas atención a los detalles, llevo tiempo funcionando mal y no logro con tus indicaciones hacer buen trabajo para ti.
Pilly le pregunto:
- ¿Qué quieres que haga?
La brújula loca le respondió:
- Tienes que sentir satisfacción por las cosas que haces, tienes que dedicar tiempo para pensar en ti, saber cuáles son tus sueños, perseverar una y otra vez, sin cansarte, solo así puedo marcar bien el rumbo.
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!, sonrió Pilly y le dijo:
- Gracias, Gracias, Gracias, acabo de entender que vas a funcionar bien si me esfuerzo y soy consciente de las tareas que debo cumplir.
La brújula loca extendió sus manecillas a Pilly indicando el camino correcto, y desde ese día, Pilly dejo de llorar.